Alma Delia Murillo
02/06/2012 - 12:01 am
Y vivieron felices para siempre
De la colección Matrimonio-Divorcio, presentamos (redoble de tambores)… el vestido de novia. Nos referimos a la novia occidental, la novia judeocristiana, la novia prístina que es toda blancura. La novia princesa, preciosa, radiante. Reina de la fiesta del día que más debes disfrutar en tu vida. Novia tarta nupcial con fantasía de chocolate y suspiros […]
De la colección Matrimonio-Divorcio, presentamos (redoble de tambores)… el vestido de novia.
Nos referimos a la novia occidental, la novia judeocristiana, la novia prístina que es toda blancura. La novia princesa, preciosa, radiante. Reina de la fiesta del día que más debes disfrutar en tu vida. Novia tarta nupcial con fantasía de chocolate y suspiros de nuez. Novia pastelito, cosita, llena de flores en el pelo y en el futuro. Ésa novia.
Fue diseñado en blanco para simbolizar la pureza absoluta del prejuicio. También para servir de lienzo contrastante a los vivos que la realidad irá pintando sobre él.
Este ejemplar fue rescatado del cuarto de los tiliches, sitio en el que se almacenan los objetos inútiles e inservibles pero que dan fe de nuestra compulsiva necesidad de regresar al pasado y acumular lo que creemos que será el recuento de nuestra vida.
La novia, cuyo nombre no importa, lo ha dado por perdido. No recuerda si lo dejó en una maleta vieja en casa de sus padres, si lo mandó a la tintorería y nunca lo recogió, si lo usó para rellenar almohadas o si lo tiró por la ventana en un ataque de ira.
No la juzguen, no es una chica insensible o descuidada, es simplemente una novia promedio. Este tratamiento para el vestido es bastante común.
No importa si para llegar a él tuvo que bajar siete kilos y endeudarse por tres años. Tampoco importa si fue necesario depilarse las axilas, las piernas, el bigote y –por absurdo que parezca– el área del biquini. ¿Para qué depilar esa zona si todos los trajes de novia cubren el área del biquini y su radio de influencia? Contradicciones humanas.
El novio, cuyo nombre importa menos, tampoco tiene ni la más remota ni reputa idea de dónde está la chingadera esa que costó tanto dinero.
Resumiendo: que no importan los esfuerzos. El vestido siempre termina solo, confundido y olvidado.
Después de catorce años, la tela que alguna vez fuera blanca ahora es un mapa de huellas. Alrededor de la cintura hay sudores de decenas de manos que estuvieron ahí durante la celebración: manos entusiastas y traviesas, manos compasivas, manos ebrias.
A lo largo de la prenda apreciamos manchas de pastel, el accesorio más desperdiciado de la fiesta. El que nadie se come, el que todos dejan en la mesa hasta que se pone tieso y se llena de mosquitos a los que les importa muy poco si es una fiesta elegante en el jardín más sofisticado del mundo.
Huellas de lápiz labial, de polvo y tierra, de abrazos, de dudas y desencantos, huellas de peleas eternas y enfermizas. Huellas de amor y de culpa. Registros del daño irreparable, de la sangre del primer bebé perdido en un aborto involuntario. Restos de sangre del segundo bebé que tuvo que tragarse el pastel, el nombre del novio, el nombre de la novia, los sudores, las peleas, el amor y la culpa con que lo alimentaron sus padres. Coordenadas del cansancio, una ruta periférica hacia el cansancio. Y al final el desamor. La sequía. La separación.
Todo eso significa vida de casados. Ah, también hay vestigios de felicidad. Algunos, pocos, ordinarios. Pero los hay.
De la colección Matrimonio-Divorcio presentamos el ajuar de novia en ruinas, el hijo roto, el futuro sin flores, el enojo eterno, la culpa viral, la neurosis de fracaso, los años que vienen. Todos en diseño único.
Los vestidos de la colección especial Final Feliz fueron vendidos a las productoras de telenovelas.
De la colección seres humanos presentamos la vida. Y no, no siempre lucimos bien en ella.
@AlmitaDelia
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